30 mayo, 2023
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Por Zoraida Rueda (Phd)*

La multitudinaria manifestación que tuvo lugar el 10 de agosto y que fue un hito en la serie de sucesos que vienen exacerbando el ‘clima de opinión’ previo al Plebiscito por la Paz en Colombia, no se puede reducir con fáciles calificativos de lado y lado. Expresa la tensión producida por el choque de dos cosmovisiones, la cultura cristiana y el movimiento de género con enfoque queer, comprometido con la disolución de las identidades, comenzando con la clasificación hombre o mujer a partir de la diferencia biológica.

Todo esto sucede porque la sociedad civil entiende que la paz va más allá del silencio definitivo de los fusiles y por eso, ante el Acuerdo de Paz de La Habana entre el Estado Colombiano y la guerrilla comunista de las Farc, varias organizaciones han acudido con la ilusión de que se incluyan sus demandas, producto de justas reivindicaciones y también de exigencias desde perspectivas particulares.

Sin embargo, con esta búsqueda de la paz a la medida, algunos grupos de interés podrían conseguir que gane el NO en el Plebiscito por la Paz, pues están provocando más desconfianza en este ya difícil proceso, con reivindicaciones radicales como “paz sin impunidad”, “paz con justicia social”, “paz con la perspectiva de género ‘no se nace hombre ni mujer'” y/o “paz sin ideología de género”.

Si fracasa el Sí, la responsabilidad será tanto de los negociadores de las Farc  y del Gobierno, como de la sociedad civil organizada y espontánea. Juntos decidieron colgarle sus ambiciosas exigencias al Acuerdo, cuyo principal objetivo es acabar con el conflicto armado en Colombia, cuando el final podría estar tan cerca. También habría que analizar el papel que están jugando ciertos medios de comunicación promoviendo el irrespeto por la cosmovisión cristiana que moviliza a uno de los actores de la disputa.

Como hemos visto, en las últimas semanas se ha recrudecido el conflicto colombiano, a pesar del cese al fuego bilateral. Porque la batalla se está librando en el campo de lo simbólico, a través de los medios masivos tradicionales, en las redes sociales y en las calles, con un cruce peligrosísimo de disparos que están dejando a miles de personas heridas, polarizando aún más, el fracturado tejido social colombiano y enardeciendo tanto el clima electoral, que quema cualquier argumento.

Ojalá que en el futuro no tengamos que narrar la historia de esta época que está teniendo lugar, como ese tiempo en el que resultó más sencillo poner de acuerdo a los actores armados que a la sociedad civil. Porque, a la gran resistencia que la oposición liderada por el ex presidente Uribe le está haciendo a los acuerdos de La Habana, se suma el choque cultural entre creencias e ideologías, dos visiones en clave dicotómica que se polarizaron y amenazan con llevarse la paz por delante.

Por un lado, las organizaciones de mujeres y los movimientos LGTBI lograron incluir en los Acuerdos de la Habana sus reivindicaciones, como consta en el Comunicado conjunto Nº 82, de agosto de 2016. Según la comunidad cristiana con 7 de los 8 acuerdos sobre mujeres y diversidad no tienen ningún problema, pero si encuentran controvertible el siguiente compromiso: “… gestión institucional para el fortalecimiento de las organizaciones de mujeres y movimientos LGTBI para su participación política y social, y  sistemas de información desagregados”.

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Como consecuencia, el plebiscito está en ciernes mientras los dos bandos están retando al resto de la población. Así buscan el apoyo para que se alineen de su lado, aunque dividan aún más a la pobre sociedad colombiana entre buenos y malos, o entre científicos y oscurantistas, seguros de que sus convicciones, creencias, ideales, valores y prácticas son las verdaderas. La pregunta es si puede haber un punto de encuentro entre estos dos mundos, una forma de armonizar la reivindicaciones de la minoría LGTBI y las de la mayoría cristiana.

Por el otro lado están los sectores de la sociedad civil cristiana, no tan organizada, que en redes sociales y en las calles vienen manifestando su oposición a la que han denominado “ideología de género”. Es decir, a ese tipo de ideas que pudieran enseñar a los niños en los colegios planteamientos como que “no se nace siendo mujer u hombre, sino que se aprende a serlo, de acuerdo con la sociedad y época en las que se crezca”, piedra angular de la discusión sobre el documento ‘Ambientes escolares libres de discriminación’, producto del Convenio entre el Ministerio de Educación, varias agencias de la ONU y ONG.

Según la información que circula en las redes sociales hay malestar de lado y lado porque no se conocen claramente los compromisos a los que llegaron el Presidente Santos y algunos líderes de la iglesia cristiana católica reunidos el 11 de agosto, para revisar el tema del documento Ambientes libres de discriminación, y el texto de los acuerdos de paz en La Habana relacionados con el punto 8 sobre movimientos LGTBI. Mientras los grupos de género quieren saber qué perdieron, los cristianos buscan saber si ¿al votar sí en el Plebiscito estarían legitimando al Presidente y luego al Congreso en eventuales reformas legales y constitucionales en temas como familia, adopción, aborto, etc.?

Sin embargo es importante aclarar que según la sentencia de la Corte Constitucional C-379 de 2016 que declaró exequible parcialmente la Ley estatutaria del Plebiscito para la Paz, este es un instrumento que no implica per sé aprobaciones de carácter normativo y es de carácter vinculante solo para el Presidente de la República. Es decir, en caso de ganar el sí, los otros poderes del Estado no están obligados respecto al contenido de los acuerdos. Y en caso de ganar el no, solo el Ejecutivo actual estaría obligado a cumplir la decisión política consultada al constituyente primario. Esto implicaría que las negociaciones las podría continuar otro mandatario.

En este orden de ideas, si queremos abrirle las puertas a la terminación del conflicto armado en Colombia, es importante que se respete a los actores de esta dimensión simbólica del conflicto, que se superen las confusiones, que a través de la claridad de las partes se genere confianza y que, se tenga en cuenta cómo la transformación de los conflictos implica poner en juego la ecuación ganador-ganador. Por eso, puede ser un error pretender imponer por Acuerdo de La Habana la “verdad del actor minoría-LGTBI”.

Si los cristianos de diferentes denominaciones no quedan conformes con esa parte del documento, siendo mayoría, ganaría el No en el plebiscito. Y también tendrían responsabilidad histórica quienes están pidiéndole al proceso de paz una revolución cultural que, nos guste o no, no es posible sin acuerdos respetuosos de las partes. Esta terquedad llevaría a que perdamos todos y seguirá el conflicto armado quién sabe cuántas décadas más. Por eso, hay que buscar un equilibrio racional donde el sí y la terminación del conflicto sean una realidad.

Periodista, Phd en Paz, Conflictos y Democracia.

Artículo publicado en Ola Política

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