30 mayo, 2023
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Por José Antonio Ocampo (*)

Los temas centrales en tal sentido son los efectos previsibles (y, de hecho, ya visibles) del cambio climático y las políticas para hacerle frente, así como de la verdadera revolución tecnológica en curso en materia de energía y de transporte. Estos cambios se pueden resumir en tres escenarios que se discuten en el ámbito internacional.

El primero es el mantenimiento de los patrones históricos del mercado de petróleo, con modificaciones solo graduales asociadas a los cambios tecnológicos en curso. En materia de consumo, las tendencias recientes han generado un aumento a un ritmo equivalente más o menos a la mitad del crecimiento del PIB mundial, impulsado, ante todo, por las grandes economías emergentes, especialmente China.

Sin embargo, los cambios en los patrones de consumo energético, en los cuales China desempeña también un papel fundamental, indicarían que el crecimiento del consumo, de poco más del 1 % por año hoy, se iría reduciendo de manera gradual y alcanzaría su pico en la década de 2030 o 2040, según distintas proyecciones.

A estas previsiones agregaría que mis propios análisis indican que los precios reales de productos básicos siguen ciclos de larga duración, de unas tres décadas, con más años de debilidad que de fortaleza. El último ciclo petrolero fue así: precios altos entre 1974 y 1985 seguidos de precios bajos entre 1986 y 2002. El nuevo ciclo ascendente se inició en 2003 y terminó a mediados de 2014. Si se repiten las tendencias del pasado, estaríamos apenas en el comienzo de una fase larga de precios moderados. Obviamente, aparte de la tendencia al menor crecimiento del consumo, la moderación de los precios está afectada por las técnicas no convencionales de producción de petróleo y gas (la fracturación hidráulica).

Cambio climático

Uno de los elementos esenciales de estas tendencias, basadas en los patrones históricos, es que son incompatibles con el objetivo de combatir el cambio climático. En efecto, implican que la temperatura de la tierra aumentaría hacia fines del siglo un poco más de 4 grados centígrados por encima de los niveles previos a la Revolución Industrial, mucho más que la meta del Acuerdo de París de diciembre de 2015 de mantener dicho aumento en menos de 2 grados y preferiblemente en menos de 1,5.

De acuerdo con los analistas sobre cambio climático, los compromisos que han asumido los países sobre este tema solo reducirían en medio grado centígrado este proceso de calentamiento. Lo que esto implica es que las acciones para controlar el cambio climático deberán ser mucho más rigurosas, incluyendo, por supuesto, el retorno de los Estados Unidos al Acuerdo de París.

De hecho, con base en diferentes análisis sobre cambio climático, el consumo de petróleo debería reducirse en al menos una tercera parte hacia 2040 para cumplir el compromiso del Acuerdo de París, y seguir descendiendo en las décadas siguientes. Este constituye, por lo tanto, un segundo escenario petrolero de largo plazo.

El tercero es el que está generando la revolución tecnológica en curso, que ya ha reducido el costo de la energía solar en más de 90 %; de la eólica en más del 60 %, y el consumo de energía de los automóviles eléctricos en más de 50 % (en comparación con los vehículos actuales eficientes en consumo de combustibles). A ello hay que agregar la revolución tecnológica en baterías de larga duración, esenciales para los automóviles eléctricos y, aún más, para estabilizar los flujos de energía que se pueden suministrar con generación solar y eólica.

Estas tendencias están llegando a tal velocidad que representan en sí mismas una contribución a la mitigación del cambio climático. Más aún, pueden generar un escenario de transición acelerada en materia de consumo de petróleo.

La era del petróleo

Esto es, en efecto, lo que predicen los expertos del Fondo Monetario Internacional en materia de productos básicos en un ensayo reciente titulado nada menos que “El fin de la era del petróleo”.

Según este análisis, la transición del petróleo podría ser similar a la que experimentó el carbón a comienzos del siglo XX, es decir, una reducción drástica del consumo en las próximas dos o tres décadas, aún más acelerada que la necesaria para cumplir las metas en materia de cambio climático. Implicaría también que habrá una presión a la baja de los precios aún mayor de la que predicen los modelos sobre ciclos largos a los cuales he aludido anteriormente. Dichos analistas predicen un precio de 15 dólares por barril en 2040.

Estos escenarios tienen dos implicaciones esenciales para los países productores. La primera es que los precios del petróleo mantendrán una tendencia muy moderada al alza e incluso descendente y deben, por lo tanto, diversificar sus estructuras productivas. La segunda es que no se pueden quedar atrás en participar en la revolución tecnológica en curso en materia de energía y transporte.

Finalmente, para las propias empresas petroleras, esto implica que la mejor apuesta es diversificar sus inversiones hacia las nuevas energías. Varias ya lo están haciendo.

(*) José Antonio Ocampo, codirector del Banco Central de Colombia y profesor (en licencia por cargo público) de la Universidad de Columbia, Nueva York.

Fuente: www.efeverde.com

NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.

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